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jueves, 22 de julio de 2021

Vuelo de golondrina, de Ana Diamante

 


























Se animan las golondrinas ante tanta noche?
Son sus alas pinceles rasgando un cielo de pizarra?
Son sus picos espinas de rosales cultivados en el alma?
Es su vuelo augurio de sortilegios y de aguas calmas?

Caminando en la tarde sobre un sendero blanco de grava,
Y que los pies me duelan sin darme cuenta que estoy descalza,
Mirando al horizonte con ojos fijos, vacíos y a la distancia,
Deshilachando sueños en los telares de la esperanza.

Me preguntó que busco cuando contemplo a las golondrinas,
Cómo oliendo en el viento aromas ásperos de tu sonrisa,
Y el oscuro plumaje cicatriza la ausencia en que no me miras
Dibujando la historia que se desploma por las rendijas.

Vuelan las golondrinas sobre los patios que viven guerras?
No se agotan sus ganas cuando los niños no serán hombres?
Su brújula las salva de las heridas y los dolores sin primavera?
Quiero volar con ellas hasta que olvide, en ello,
tu nombre.

Ana Diamante

miércoles, 7 de julio de 2021

Nocturno III: Una noche, de José A. Silva

 




Una noche
una noche toda llena de perfumes, de murmullos y de músicas de älas,
una noche
en que ardían en la sombra nupcial y húmeda, las luciérnagas fantásticas,
a mi lado, lentamente, contra mi ceñida, toda,
muda y pálida
como si un presentimiento de amarguras infinitas,
hasta el fondo más secreto de tus fibras te agitara,
por la senda que atraviesa la llanura florecida
caminabas,
y la luna llena
por los cielos azulosos, infinitos y profundos esparcía su luz blanca,
y tu sombra
fina y lánguida,
y mi sombra
por los rayos de la luna proyectada
sobre las arenas tristes
de la senda se juntaban
y eran una
y eran una
¡y eran una sola sombra larga!
¡Y eran una sola sombra larga!
¡Y eran una sola sombra larga!

Esta noche
solo, el alma
llena de las infinitas amarguras y agonías de tu muerte,
separado de ti misma, por la sombra, por el tiempo y la distancia,
por el infinito negro,
donde nuestra voz no alcanza,
solo y mudo
por la senda caminaba,
y se oían los ladridos de los perros a la luna,
a la luna pálida
y el chillido
de las ranas,
sentí frío, era el frío que tenían en la alcoba
tus mejillas y tus sienes y tus manos adoradas,
¡entre las blancuras níveas
de las mortüorias sábanas!
Era el frío del sepulcro, era el frío de la muerte,
era el frío de la nada…
y mi sombra
por los rayos de la luna proyectada,
iba sola,
iba sola
¡iba sola por la estepa solitaria!
Y tu sombra esbelta y ágil
fina y lánguida,
como en esa noche tibia de la muerta primavera,
como en esa noche llena de perfumes, de murmullos y de músicas de alas,
se acercó y marchó con ella,
se acercó y marchó con ella,
se acercó y marchó con ella… ¡Oh las sombras enlazadas!
¡Oh las sombras que se juntan y se buscan en las noches de negruras y de lágrimas!…


José Asunción Silva

sábado, 3 de julio de 2021

Yo soy..., de Rafael Sánchez Ortega

 





















Yo soy, 
quizás lo fui, 
un loco enamorado, y el poeta,
de unos sueños juveniles
que querían ver la vida,
rescatados de los ojos
y los labios
que nacieron con tus versos.

Yo soy la voz que
te reclama en el silencio,
soy la pupila que te llama
desde el abismo de tus ojos,
soy la palabra enmudecida
de unos labios balbuceantes
y sellados.

Yo soy la bruma de la noche
y el eco de las nubes que no veo,
y soy el que te grita, "sin palabras"
y te dice que te ama,
y tú escuchas ese grito,
como un eco,
en las líneas, muy nerviosas,
de un poema inacabado..."

Rafael Sánchez Ortega ©
31/12/20