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domingo, 23 de septiembre de 2018

Almafuerte y Oda al árbol, de Gerardo Molina




Hace un tiempo recibí estos dos libros del gran escritor y poeta GERARDO MOLINA (Uruguay)

ALMAFUERTE y otros estudios literarios reúne en un trabajo arduo el análisis de la obra de otros autores. GERARDO MOLINA es poeta, ensayista y docente, es por eso que intenta, a través de sus letras, transmitir la idea, el sentimiento y la hondura de la creación del artista. Puede ver sus virtudes, reconocer sus méritos y luego exponer su contenido.

G.Molina analiza perfiles y personalidades: Almafuerte, prócer de las letras americanas, Pablo Neruda, aspectos biográficos y poemas, Oscar Guiñazú Álvarez y los Encuentros de Poetas.

Seguramente existe mucho por descubrir en este texto maravilloso que enriquece la cultura, que nos permite conocer y crecer como autores para entender un poco más los mecanismos del arte y de las letras. Un oficio para nada fácil.

ODA AL ÁRBOL es un poemario entrañable que tiene mucho que ver con su autor: la nostalgia, los afectos, la vida, el ayer. El árbol escolta su viaje y va dejando huellas visibles del tiempo.

EL RANCHO

Como manos que se unen para el rezo
su techo primitivo presume
un corazón cristiano donde pone
el campesino albor su primer beso.

Parte entonces la grey y queda opreso
de un fervor casi humano que traspone
su cuerpo de terrón con que dispone
la ternura del pan a su regreso.

Llega la hora nocturnal, serena,
un aroma frutal llama a la cena
mientras reasume su actitud de rezo.

Una flor protege su contorno
y en seráfica paz ensaya el horno
tras la fronda, su postrer bostezo.

💗

HUELLAS

Estas tierras trabajó
mi padre, joven y fuerte,
antes de irse con Dios...
Tal vez sus huellas encuentre.

Su silbo, quizá su canto
esté en los atardeceres...
Ando y ando sus camino
tal vez sus huellas encuentre.

A los caminos que anduvo
mi padre, suelo volver,
y así, andando, me parece
que camino junto a él.

Gerardo Molina


miércoles, 12 de septiembre de 2018

Mujer en su ventana, de Olga Orozco




























Ella está sumergida en su ventana
contemplando las brasas del anochecer, posible todavía.
Todo fue consumado en su destino,
definitivamente inalterable desde ahora como el mar en un cuadro,
y sin embargo, el cielo continúa pasando con sus
angelicales procesiones.
Ningún pato salvaje interrumpió su vuelo hacia el oeste;
y allá lejos seguirán floreciendo los ciruelos, blancos, como si nada.
y alguien en cualquier parte levantará su casa sobre el humo
y el polvo de otra casa.
Inhóspito este mundo.
Áspero este lugar de nunca más.
Por una fisura del corazón sale un pájaro negro y es la noche
-¿o acaso será un dios que cae agonizando sobre el mundo?-,
pero nadie lo ha visto, nadie sabe,
ni el que se va creyendo que de los lazos rotos nacen preciosas alas,
los instantáneos nudos del azar, la inmortal aventura,
aunque cada pisada clausure con un sello todos los paraísos
prometidos.
Ella oyó en cada paso la condena.
Y ahora ya no es más que una remota, inmóvil mujer en su ventana,
la simple arquitectura de la sombra asilada en su piel,
como si alguna vez una frontera, un muro, un silencio, un adiós,
hubieran sido el verdadero límite,
el abismo entre una mujer y un hombre.

Olga Orozco