Por los niños perdidos,
por los que no volvieron,
por aquellos fantasmas que aún pueden llorar,
por los huesos sin tiempo de los desconocidos,
por el fuego que nunca encienden las estatuas,
por la memoria, vacíos del vacío
que se aleja del puerto de los días,
por el eco de una voz
sin la montaña,
por un Dios que vacila
aunque tiene un sermón prendido en su costado.
Tanto miedo
y una sola garganta
que nos hace existir.
Susana Valenti