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Imborrables veranos de mi infancia
con canto de cigarra en la arboleda;
rechinar del molino, de su rueda,
y del fruto maduro, la fragancia.
Murmullo del arroyo a la distancia,
susurro de la brisa que remeda
la sutil euforia de agua y seda,
en el cantar pueril de su asonancia.
No volverán aquellas dulces horas
ni el paisaje estival, casi olvidado,
en el fatuo brillar de otras auroras.
Sobre la piel del tiempo va el pasado
como el arroyo aquel de aguas sonoras
donde abrevó mi cántaro quebrado.
Olga Zorzoli