Él nos miraba a través de los cristales de la cancela y nos veía de unos colores extraños, con variaciones de azules y rojos, según el color del cristal y con grandes cambios vistos al sol o a la luna.
En las noches de verano, cuando allá en la Plaza del Cabildo se quemaban los fuegos, en las fiestas del pueblo, él se venía a pasear solo al patio y decía en voz alta, a veces llorando, versos en la quietud silenciosa de la casa.
J.R.JIMÉNEZ