Lienzo medianero de mi casa derribada
derecho de arrimo para la cocina y el sueño
desierta geometría de trazos suspendidos
la escalera, un tabique, mi suelo.
Te mira el pájaro que duerme en el aire
mientras sus huellas cosen las nubes
y el sabor del llanto apaga la chimenea.
En la plaza se encienden las farolas
exhala su oración la tarde
y atardecen las palomas en la fuente.
La mirada del lobo ponen ojales a la noche
los árboles se visten de bruma
desfilan por el rio arañando al invierno.
La noche estrellada golpea el cristal
entra cuando no estoy
regalándote su pálido brillo.
Qué mejor invitado
puede tener,
mi vacia habitación.
Arturo García Fernández