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lunes, 23 de marzo de 2020

Estados de ánimo, de Mario Benedetti




 Frederick Church




Unas veces me siento
como pobre colina
y otras como montaña
de cumbres repetidas.

Unas veces me siento
como un acantilado
y en otras como un cielo
azul pero lejano.

A veces uno es
manantial entre rocas
y otra veces un árbol
con las últimas hojas.

Pero hoy me siento apenas
como laguna insomne
con un embarcadero,
ya sin embarcaciones,
una laguna verde
inmóvil y paciente,
conforme con sus algas,
sus musgos y sus peces,
sereno en mi confianza
confiando en que una tarde
te acerques y te mires,
te mires al mirarme.

Mario Benedetti


miércoles, 18 de marzo de 2020

El zorzal, de Juan Burghi




Con su pechera rosada
y su levita marrón;
con ese cuerpo robusto
y ese aire de gran señor,
nadie lo imaginaría
tan delicado cantor.
Muere el sol y junto al río,
da sus silbos el zorzal;
la tarde que se marchaba
se volvió para escuchar;
el agua que iba corriendo,
se detuvo hecha un crisal;
el aire quedó en suspenso;
la brisa, sin respirar;
abrió una boca tamaña
la luna sobre el sauzal,
y con lágrimas de estrellas
el cielo rompió a llorar...

Anochece... Junto al río,
sigue cantando el zorzal.

Juan Burghi 


sábado, 14 de marzo de 2020

lunes, 9 de marzo de 2020

Buscándola, de Gerardo Molina





























Esta noche me tiende su bohemia
capa de soledad; la noche fría
poblada de silencios
sin llantos, sin estrellas, sin sonrisas.

Lo mismo que las otras
llenas de luz, con las miradas fijas
de una luna pequeña que aparece
vagando por el cielo pensativa.

O aquellas de los astros parpadeantes
despertando mi sed de lejanías
con un canto silente de recuerdos:
el soplo de las brisas;

lo mismo que las otras
que al pálido poeta comprendían
esta noche poblada de silencios
sin llantos, sin estrellas, sin sonrisas,

viome vagar con la mirada extraña
buscando indefinida
al alma que ofreciérale mi alma
y la ilusión de mi melancolía.

Viome vagar buscando
su alma, la lejana y sensitiva
que en sus brumas celestes se llevara
con mis besos, mi amor y mi alegría.

¡Y no la hallé, Señor! ¡La triste suerte
apartó de mis manos sus caricias!...
La noche acompañó mis soledades
mis quejas y mis cuitas.

¡Y no la hallé, Señor!...
¡También ella me busca y no me olvida!...
¿Por qué la arrebataron de mis brazos?
¿Por qué este sinsabor y esta desdicha?

¡Pero he de recobrarla, en este mundo
o en la muerte, quizás, o en otra vida!
¡Tú, tan bueno y tan justo!... ¡Has de volvérmela,
Señor, porque era mía!

Gerardo Molina
1958