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domingo, 7 de octubre de 2018

Ejercer la palabra, de Andrés Pierucci


William Maw Egley




Ejercer la palabra en su extensión auténtica,
con su fuerza remota y su color exacto,
con la voz desprovista de señales oscuras,
con la voz insurrecta ante otras nocivas.
La palabra, cualquiera, siempre ha de ser la misma,
la variante es la forma de ser utilizada;
lo distinto es realmente lo que dicen o callan
las palabras iguales. Con un mismo sonido
se hiere o cicatriza, se aprende o se desprende,
se agoniza o se inspira.
Ejercer la palabra es un acto de hondura,
sentirse responsable desde la primera sílaba;
no marchitar el sueño o el espíritu del verso,
agitando la frase hasta hacerla visible.
Orientar la palabra, rodearla con los nexos
que asimilen su encanto o su dureza innata;
trabajarla a cansancio, darle una faz prolija,
vaciarla de tapujos y ofrecerla, desnuda.
Ejercer la palabra y cuidarla de todo,
del silencio imprudente, del instinto insensible.
de la ponzoña inerme de los ojos incrédulos.
Pensarla, como un hijo o como a los consejos,
arrimarla hasta el alma y escuchar sus latidos.
Ejercer la palabra entre libros o nubes,
darle, una forma única, liberarla de hábitos;
construirla dichosa o consagrarla triste,
cercarla de fulgores o sombras necesarias.
Es mucho lo que se piensa y explica por sí misma,
ya es demasiado abrirla y exponerla ante el mundo.
Ejercer la palabra desde cimas o abismos,
desde la paz amiga o desde la locura;
lo importante es cuidarla, desearla, simplemente,
cual si fuera el indicio de nuestra trascendencia.

Andrés Pierucci

de "La noche a tu costado"