Algunas personas creen que el hijo único es un ser egoísta, caprichoso, egocéntrico..., que no sabe o no puede compartir...
De niña, fui caprichosa y rebelde lo reconozco, me enfrentaba con mi madre y ambas dábamos batalla. Yo no la necesitaba, no quería que me acompañara al colegio, no aceptaba sus órdenes... No quería ser perfecta.
Los padres, a veces, depositan en ese hijo todos sus deseos, aquello que quisieron ser y no pudieron la necesidad de sentirse orgullosos.
Yo fui feliz de pequeña a pesar del vacío que me dejaba la soledad, cuando mis amigas desaparecían, de mi cuarto en el que me refugiaba para escribir, leer, e inventar historias para sentirme acompañada.
Ese mismo hueco, tan abismal como luminoso, me fue llenando de amor por los demás, por los animales. Me convertí en alguien extremadamente sentimental, llorona y bohemia. Muy perfeccionista. Le di, inconscientemente, el gusto a mi madre...
La soledad de adentro, que pocos conocen, me llevó a ser lo que soy: un ser que no reclama nada de nadie, que todo lo hace sola, que parece omnipotente... Sin embargo...
Soy sólo una mujer que espera...
Luján Fraix-2010