Bajo mis labios descubrí tus labios,
flor para el aguijón de mi deseo.
Palidez de tu rostro, ojos cerrados,
y callado temor, estremecido.
¡Glorioso resplandor! Y mi cariño
soñó crear la forma victoriosa.
En el minuto de la noche, el beso
fue un porfiado dulzor y un hondo abismo
pero hubo un ruiseñor entre los mirtos.
Fermín Estrella Gutiérrez
de "La niña de la rosa", 1931