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viernes, 28 de abril de 2017

Volverán las oscuras golondrinas..., de Gustavo A. Bécquer



Chateau de Fleurs



Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán.

Pero aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha a contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres...,
¡ésas... no volverán!

Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias escalar,
y otra vez a la tarde aun más hermosas
sus flores se abrirán.

Pero aquellas, cuajadas de rocío
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer como lágrimas del día...
¡ésas... no volverán!

Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar,
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará.

Pero mudo y absorto y de rodillas
como se adora a Dios ante su altar,
como ye te he querido...; desengáñate.
¡así... no te querrán!

Gustavo A. Bécquer

domingo, 23 de abril de 2017

La casa de las palabras, de Eduardo Galeano



pixiv.net



















A la casa de las palabras, soñó Elena, acudían los poetas.
Las palabras, guardadas en viejos frascos de cristal
inspiraban a los poetas y se les ofrecían,
locas de ganas de ser elegidas...
Ellas rogaban a los poetas que las miraran,
que las olieran, que las tocaran, que las lamieran...
Los poetas abrían los frascos,
probaban palabras con el dedo,
entonces se relamían o fruncían la nariz.
Los poetas andaban en busca de palabras que no conocían,
buscaban palabras que conocían y habían perdido...
En la casa de las palabras había una mesa de colores:
en grandes fuentes se ofrecían los colores,
y cada poeta se servía del color que le hacía falta:
amarillo limón o amarillo sol,
azul de mar o de humo,
rojo lacre, rojo sangre, rojo vino...

De "El libro de los abrazos"
de Eduardo Galeano.

.............

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viernes, 21 de abril de 2017

Voy a dormir, de Alfonsina Storni



Alex Dzigurski.




Dientes de flores, cofia de rocío,
manos de hierbas, tú nodriza fina,
tenme prestas las sábanas terrosas
y el edredón de musgos escardados.

Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara a la cabecera;
una constelación, la que te guste;
todas son buenas: bájala un poquito.

Déjame sola: oyes romper los brotes...
te acuna un pie celeste desde arriba
y un pájaro te traza unos compases

para que olvides... Gracias. Ah, un encargo:
si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido...

Alfonsina Storni


Así se despidió de la vida en la noche del 24 de octubre de 1938, Alfonsina Storni, antes de abordar su último viaje al mar...


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domingo, 16 de abril de 2017

No es verdad, de Gerardo Molina




El pozo, la casona
y una maltrecha higuera,
paraísos abuelos,
es todo lo que queda.
¿Es todo?
No es verdad,
cien fantasmas azules
mi morada rodean
y saltan a mi frente
y estallan en mis venas
que se agitan y cantan
con una sangre nueva.
Las lluvias del olvido,
no apagan las estrellas.

Gerardo Molina

El vuelo, de María Torti





Un hombre se elevó de repente. Desesperado se tomó de un tronco y el tronco voló. En el aire se prendió del ala de una garza que atravesó una nube llena de agua. El hombre navegó en su madero, con el ave como timonel. Entonces un trueno rasgó el vientre de una nube y él empezó a descender en los flecos de la lluvia. 

El viento escupió un ciclón, que con fuerza enterró al hombre en el suelo lodoso. Cuando quiso salir no pudo. Sus piernas eran el mismo tronco, su cabeza estaba llena de hojas, sus brazos eran ramales donde el ave oteaba el horizonte y sus pies se alargaban en raíces. Pero él estaba contento de ser árbol y no de ser hombre.

Si era hombre tendría, tal vez, que volver a volar tecnificado, como una máquina, en un mundo de máquinas y de motores. Mas él no era una máquina y en vez de motores prefería un corazón... aunque fuera un corazón de árbol.

María Torti


miércoles, 12 de abril de 2017

Memoria del espejo, de Frede Peralta


John Waterhouse



Se despertó la luna en el espejo
al desnudar su tiempo en el plateado;
quiso ser el lenguaje de un legado
y mostró a mis carencias su reflejo.

Pude verme con formas de infinito
en el severo mundo del cristal,
y a orillas de un silencio visceral,
entregué la figura donde habito.

Me quedé en las tinieblas retratada
para asistir mi paso de memoria
en su quieta retina, acorralada.

Mi rostro tiene el tiempo de una historia
y en el glacial abismo de la nada,
puede ser geografía y trayectoria...

Frede Peralta

Poesía china antigua




EN EL RÍO CHU


Rápido por el río mi barco se desliza.
Yo me miro en el agua movediza.
Corriendo van las nubes arriba por el cielo.
Y el cielo está también dentro del río.
Si una nube a la lluvia le pone un blanco velo,
yo la veo en el agua, y es cual si el barco mío
se fuese deslizando por el cielo.

Fu Tu


PLENILUNIO EN EL MAR


La luna llena surgió de las aguas.
El mar es como bandeja de plata.
Lentos apuran algunos amigos,
en una barca, las tazas de vino.
Fijos los ojos en las nubecillas,
que, sobre el monte, la luna ilumina.
Son las mujeres del rey-alguien dice-
van de paseo, de blanco se visten.
Otros las toman por vuelos de cisnes.



Li-O-Hey


jueves, 6 de abril de 2017

La florista, de Rafael A. Arrieta



Luca-S



En el café lloraban los violines
entre un cascabeleo de cristales.
-¿Flores señor? Hay rosas y jazmines...
musitaron dos labios musicales.

Hubo en la voz tan tímida dulzura
suavisadora del ofrecimiento,
que alcé la vista hacia la criatura
desde la ausencia de mi pensamiento.

Era una niña blanca, bella y fina
y anémica como una colombina
de labios rojos y óvalo amarillo,

y al ofrecerme el precio de su cena,
se fugaron las rosas del cestillo
hacia sus dos mejillas de azucenas.

Rafael A. Arrieta 
(Argentino-1899)


Mariposa negra, de Leopoldo Lugones






Como visión de trágico delirio,
la mano negra de la mala suerte
estampa al muro; y en su marcha inerte,
se delinea el tenebroso lirio
del amor, más profundo que la muerte.

Leopoldo Lugones


domingo, 2 de abril de 2017

He de partir, de Mariel Scisciani




Los pájaros dibujan en mis ojos
pequeñas jaulas... sin salidas.
He de partir envuelta en mi pesares.
He de partir... con el rostro enmudecido
de miradas y de gestos.
Tal vez haya alguien que aún ilumine
su imagen con rocío de lágrimas...
pero igual he de partir.
La impaciente noche me aturde de silencio
y de estrellas que no veo;
y en el umbral de mi mirada
dejo mi última inocencia,
dejo a la pequeña niña, mis desvelos y mis sombras,
dejo las grietas de mi herida;
dejo todo, hasta mis palabras... en el umbral de mi mirada.
Ya es tiempo...
                        He de partir.


Mariel Scisciani

Eje motivador: Alejandra Pizarnik
Del libro: "Re-visiones 92-93"