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jueves, 9 de marzo de 2017

La ídola, de Eduardo Galeano





Cuando se retiró del cine, el mundo entero quedó viudo de ella.
Había nacido con otro nombre, y por su helada belleza había merecido llamarse la Divina, la Esfinge Sueca, la Venus Vikinga...

Medio siglo después del adiós, Justo Jorge Pradón, poeta español que hablaba sueco con acento canario, estaba mirando la vidriera de una tienda de discos, en Estocolmo, cuando en el cristal descubrió el reflejo de una mujer alta y altiva, envuelta en pieles blancas, parada a sus espaldas.

Él se dio vuelta y la vio, mentón alzado, grandes lentes oscuros y dijo que sí, dijo que no, que era, que no era, que podría ser, y de puro curioso le preguntó:

-Disculpe, señora, pero... ¿usted no es Greta Garbo?.
-Fui-dijo ella.
Y con lentos pasos de reina se alejó.

E. Galeano