Entradas populares

jueves, 23 de marzo de 2017

El canto, de Francisco L. Bernárdez




Max Nonnenbruch
































Este río de amor que duele tanto
y que tanto consuelo proporciona
brota de un manantial secreto y santo
y recorre en silencio la persona.

Su corriente que alegra y emociona
va por zonas de júbilo y de llanto
hasta llegar a la secreta zona
donde se vuelve océano de canto.

En este inmenso mar siempre desierto,
donde es inútil esperar más puerto 
que el de un olvido cada vez mayor

todo el hombre palpita y se resume
como toda tierra en el perfume
y en la forma callada de la flor.

Francisco. L Bernárdez (Argentina)
de Poemas elementales.








Tú me quieres blanca, de Alfonsina Storni




Charles Sims


Tú me quieres blanca,
me quieres de espuma,
me quieres de nácar,
que sea azucena,
sobre todas, casta,
de perfume tenue
corola cerrada.

Ni un rayo de luna
filtrado me haya
ni una margarita
se diga mi hermana.
Tú me quieres nívea,
tú me quieres pura,
tú me quieres alba.

Tu que hubiste todas
las copas a mano,
de frutos y mieles
los labios morados.
Tú que en el banquete
cubierto de pámpanos
dejaste las carnes
festejando a Baco.
Tú que en los jardines
negros del engaño
vestido de rojo
corriste al estrago.
Tú que el esqueleto
conservas intacto,
no sé todavía
por cuales milagros,
me pretendes blanca
(Dios te lo perdone),
me pretendes casta,
(Dios te lo perdone)
¡Me pretendes alba!.

Huye hacia los bosques,
vete a la montaña,
límpiate la boca
y vive en las cabañas,
toca con las manos
la tierra mojada,
alimenta el cuerpo
con raíz amarga;
bebe de las rocas,
duerme sobre escarcha.
renueva tejidos
con salitre y agua;
habla con los pájaros
y llévate el alba.

Y cuando las carnes
te sean tornadas,
y cuando hayas puesto
en ellas el alma
que por las alcobas
se quedó enredada.
entonces, buen hombre,
preténdeme blanca,
preténdeme nívea,
preténdeme casta.

Alfonsina Storni
de "Los fuertes motivos"
Argentina (1892-1938)


jueves, 16 de marzo de 2017

Poema 15, de Julia Prilutzky Farny


Éduard Gordeev


Gris y más gris. No estás y yo estoy triste
de una tristeza apenas explicable
con palabras, y de una imperturbable
soledad, que por ti nace y existe.

Siempre de gris, mi corazón se viste:
polvo y humo, ceniza abominable
y la envolvente bruma irrenunciable
que estaba ayer. Y hoy y que persiste.

Gris a mi alrededor. Contra mi mano
la nube espesa que va abriendo en vano
porque el fuego que soy no está encendido
y hay niebla en lo que miro y en lo que toco.

Ah, ya no sé... tal vez te odio un poco
porque está gris y llueve y no has venido.

Julia Prilutzky Farny


La llama, de Beatriz Vallejos



Héctor O. Huertas Sebelevsky





De hilar azules intensa
está la llama. Y crea de su azul
el duermevela. Envés de trama,
ser velo del silencio. Lo devana.

Beatriz Vallejos


viernes, 10 de marzo de 2017

Silencio, de Francisco L. Bernárdez


Duy Huynh



No digas nada, no preguntes nada.
Cuando quieras hablar, quédate mudo:
que un silencio sin fin sea tu escudo
y al mismo tiempo tu perfecta espada.
No llames si la puerta está cerrada,
no llores si el dolor es más agudo,
no cantes si el camino es menos rudo,
no interrogues sino con la mirada.

Francisco L. Bernárdez


jueves, 9 de marzo de 2017

La ídola, de Eduardo Galeano





Cuando se retiró del cine, el mundo entero quedó viudo de ella.
Había nacido con otro nombre, y por su helada belleza había merecido llamarse la Divina, la Esfinge Sueca, la Venus Vikinga...

Medio siglo después del adiós, Justo Jorge Pradón, poeta español que hablaba sueco con acento canario, estaba mirando la vidriera de una tienda de discos, en Estocolmo, cuando en el cristal descubrió el reflejo de una mujer alta y altiva, envuelta en pieles blancas, parada a sus espaldas.

Él se dio vuelta y la vio, mentón alzado, grandes lentes oscuros y dijo que sí, dijo que no, que era, que no era, que podría ser, y de puro curioso le preguntó:

-Disculpe, señora, pero... ¿usted no es Greta Garbo?.
-Fui-dijo ella.
Y con lentos pasos de reina se alejó.

E. Galeano


sábado, 4 de marzo de 2017

Sensación, de Arthur Rimbaud



Abraham Solomon




Iré herido por el trigo al pisar el campo
cuando la tarde azul cante en verano.
Soñador, sentiré su frescura en mis pies
y dejaré que el viento me bañe la cabeza.

Sin pensar, sin hablar, iré por los senderos;
pero el amor sin límites me crecerá en el alma.
Me iré lejos, feliz, como con una mujer
por los campos, tan lejos como va un gitano.

..............................

¡Lo encontramos otra vez!
¿A quién?. ¡Al infinito!
Es el mar mezclado
con el sol.


Arthur Rimbaud